Camila Acosta: “Debí haberlos obligado a arrestarme”.

La periodista independiente Camila Acosta entiende que en el día internacional de los derechos humanos el mejor homenaje a los presos políticos es dejarse arrestar y pasar el día en la prisión.

A continuación Cántalo TV reproduce sus palabras y su denuncia:

“Intenté salir esta noche sobre las 12:30. A una cuadra de mi casa dos mujeres vestidas de civil se bajaron de una patrulla policial y me interceptaron; una de ellas trigueña y joven, la otra era una señora mayor afrodescendiente, típico prototipo de las que usan en actos de repudio”.

“La señora, en muy mala forma, me preguntó nombre, yo solo les pregunté quiénes eran ellas; solo me dio tiempo a realizar una llamada de breves segundos para avisar que me estaban arrestando, enseguida la señora forcejeó conmigo para quitarme el teléfono, así, con total “chusmería” y “guapería revolucionaria”.

“Me montaron en la patrulla a la fuerza. Dos minutos después, el oficial de la Seguridad del Estado se asomó por una de las ventanillas para decirme que me devolverían a mi casa y que no podría salir. Ni siquiera lo miré”.

“Dentro de la patrulla, con las mujeres sentadas a mi lado, dieron la vuelta a la manzana y me dejaron en la esquina de la casa; fue entonces que la misma señora me devolvió el teléfono celular y, de nuevo con su vocabulario de solar, me “ordenaron” caminar hasta mi casa y entrar”.

“Al devolverme el teléfono intenté realizar una llamada para avisar que estaba de vuelta y bien, la señora volvió a arrebatármelo de las manos mientras ambas me empujaban hasta la puerta de entrada a mi casa. Todo ello ocurría ante la mirada de los policías y el oficial de la Seguridad del Estado, quien daba las órdenes”.

“Varios vecinos salieron a observar la caótica escena. La señora me amenazó incluso con el calabozo, les dije que eso no sería problema, no sería la primera vez que duermo en uno. La señora tiene edad para ser mi madre, seguro a estas horas su hija estará haciendo cola para comprar un paquete de picadillo o aceite, ella solo se ganará la merienda del día y una mala noche; la joven apenas hablaba, tenía más o menos mi edad, su estilo era de esos que reciben remesas del exterior”.

“Al final entré a mi casa, no sin antes dejarles claro que no les tengo miedo. Y no porque yo sea más valiente que nadie, sino porque con miedo no se puede vivir, con miedo solo se sobrevive y malvive, y porque en nuestro ímpetu y afrenta deben, necesitan ver que no son nuestros dueños, que nada de lo que nos hagan nos hará desistir”.

“Ahora, escribiendo estas líneas, pienso que debí haberlos obligado a arrestarme, no dejarme apresar dentro de mi casa, una noche en el calabozo hubiese sido, en el día internacional de los derechos humanos, el mejor homenaje a los cientos de presos políticos actualmente en Cuba. ¡Perdónenme!”